qué pena no servir más que de media compañía. no ser digno de otra cosa más que de cuatro frases siempre repetidas. sin merecer una pregunta o una triste preocupación. ¿quién decide en qué puesto está cada uno con respecto a los demás? ¿por qué alguien puede ser solución para un primero y tormento para un segundo? si en este entramado cada uno pudiera ocuparse de quien le importa y dejar los entretenimientos a un lado todo funcionaría mejor. no sé. quizás en esos falsos abrazos, en las miradas de 'quien me manda a mí verte' y en las risas contenidas están algunas de las claves de nuestro bienestar. igual que no pasamos las horas escuchando a bach y ponemos kiss fm, utilizamos esas compañías de medio pelo para suplir las que de verdad nos motivan. reflexiones peregrinas. bueno, miento.
Hace 2 horas
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