aun más historias para no dormir

besos

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durante mucho tiempo he tenido la suerte de ser besada, acariciada y abrazada hasta el infinito. no aprecias lo asombroso que es tener ese contacto constante con el cuerpo de otra persona (y el contacto de esa persona con tu cuerpo) hasta que no lo tienes. esa cantidad exorbitante de gestos que dabas y recibías se convierten en tu colesterol malo, en algo que no sabes cómo quitarte de encima y que provocas a la mínima ocasión. ese vaivén de hormonas nadie sabe dónde queda. a veces imagino los besos que debería recibir. o los abrazos. o las caricias. lo que sea. durante un instante corto dejo de escuchar a quien tengo a mi lado porque aunque no lo sepa, me está dando sin darme algo que necesito que me den y no me dan. el escalofrío nunca será el mismo, pero se le parece en la pequeña explosión que provoca el querer algo así y recibirlo sin pedirlo. por ahora no he descubierto malos besadores imaginarios, todos son cariñosos, brutos, directos y pegajosos, tal y como a mi me gusta. no penséis que me he vuelto loca, prefiero a los de verdad.

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