'Se echaba puñados de tierra en los bolsillos y los comía a granitos sin ser vista, con un confuso sentimiento de dicha y rabia, mientras adiestraba a sus amigas en las puntadas más difíciles y conversaba de otros hombres que no merecían el sacrificio de que se comiera por ellos la cal de las paredes. Los puñados de tierra hacían menos remoto y más cierto al único hombre que merecía aquella degradación, como si el suelo que él pisaba con sus finas botas de charol en otro lugar del mundo, le transmitiera a ella el peso y la temperatura de su sangre en un sabor mineral que dejaba un sabor áspero en la boca y un sedimento de paz en el corazón.'
para qué más.
Hace 4 horas
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