no me gusta conducir. la peligrosidad que va inherente a cada movimiento me pone nerviosa y siempre creo que terminaré teniendo algún susto. por cuestiones de trabajo, ahora llevo el coche más de lo que me gustaría por carreteras cada día más familiares. prefiero conducir sin nadie.
hace un rato volvía de uno de esos pueblos. de madrugada, noche cerrada de un martes, casi no hay nadie por la carretera. ¿de dónde vienen, a dónde se dirigen? lo imagino cuando se cruzan conmigo. voy escuchando jazz en una emisora sin nombre, emisora que estaba sintonizada en la quinta memoria del coche por el anterior dueño. en estos días aún no he escuchado la sintonía en la que 'cantan' el nombre del programa o la emisora, pero no me hace falta, solo tengo que pulsar el cinco para tenerla conmigo. da una atmósfera de película al momento; conduzco casi sola cerca del mar, al fondo port saplaya y valencia, a la izquierda la huerta y sus casas iluminadas. el piano, la batería, el contrabajo, la trompeta y yo volvemos a casa y el cielo está despejadísimo, tanto que se ve alguna estrella perdida. atenta al entramado de líneas del asfalto, recuerdo el comienzo de 'carretera perdida'. los faros de los coches que me adelantan desplazan la sombra de mi coche de un lado a otro, como fresnels que bajan a valencia a toda velocidad mirándome. adoro ese efecto de luz.
así sí me gusta ir al volante.
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