aun más historias para no dormir

cartas

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"Estoy ávido de ti, no pienses en nada más que en mí. No vivas como si yo no existiera... No me olvides... Pero ¿tengo derecho a decir que seas desdichada por mi causa? Me lo perdonarías, si supieras con cuánta pasión deseo que me ames... Y para amarme como yo a ti, no debes pensar sino en mí, y no escribir una frase como ésa. Ayer y esta mañana me ha obsesionado una dulce visión: te veía todo el tiempo con tu disfraz de pastora. ¡Cómo sufrieron mis sentidos!, ¡cómo te ha seguido mi corazón!, ¡cómo se me llenaron los ojos de lágrimas! Creo firmemente que un amor verdadero basta para ocupar el corazón más dilatado... [...] Quizá si tú quisieras confesarme, si tal es el caso, cuántas cosas te son necesarias aparte de mí, yo podría ser más dichoso al sentirme menos atormentado. "¡Ah!", exclamarás, "¡qué crueldad!, no dejarme gozar de mi juventud, desear que sea desgraciada". Debes serlo si me amas... Por mi vida te digo que no me contento con otra cosa. Si realmente puedes divertirte en una fiesta, si puedes sonreír en la cara de las gentes, y desear que te admiren precisamente ahora... Ni me has amado ni me amarás nunca. Para mí la vida no es más que la certeza de tu amor. Dámela, mi más querida. Si no llego a convencerme de ello, me moriré de angustia.

Si nos amamos, no debemos vivir como otros hombres y mujeres; no puedo tolerar el veneno de la moda, la fatuidad y el chismorreo. Debes ser mía, hasta morir en el tormento si yo lo quiero. No pretendo tener más sensibilidad que mis semejantes, pero deseo que releas seriamente mis cartas, amables o no, y consideres si la persona que las escribió es capaz de soportar por mucho más tiempo las agonías y las incertidumbres que tú sabes crear con tu especial manera de ser. Recuperar la salud no me servirá de nada si no has de ser enteramente mía cuando esté bien. Por el amor de Dios, sálvame... o dime que mi pasión es demasiado terrible para tí..."
J. K.

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