aun más historias para no dormir

rey moro

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hace mucho calor. el aire pesa tanto como pesan las gruesas cortinas que cuelgan perezosas del techo, perezosas como tú, príncipe mio. no te sabes la retahíla de nombres que ostentas pero da igual, tu corte no te adora por eso. un suspiro inaudible de tu boca revoluciona a tu silenciosa legión de sirvientes; te abanican, te dan fruta en la boca, llenan tu copa de zumos y abren algunos biombos para que el aire compita con tu olor. dos ninfas perfuman y refrescan tu cuerpo con mimo, las acaricias, están adornadas con joyas barrocas y velos que dejan entrever curvas dibujadas por alguien caprichoso y amante de la belleza. hoy solo quieres rendirte al placer; hundirte en la alberca, navegar a estas niñas, dormir al sol, dejar que la comida se te derrita en la boca, recorrer los azulejos de cada estancia con los dedos, mimetizarte con el ruido del agua en los patios. hacer de cada segundo tres días de gozo. tu cama es interminable; un ejército de futones, almohadones y cojines llena la estancia convirtiéndola en una parada obligatoria del descanso con media sonrisa, del sexo de aceites suntuosos y texturas secretas. son tus parpadeos, rey mío, los que marcan el paso del tiempo. basta una orden tuya para despojar de moral de un zarpazo a cualquier princesa y para convertir en tu reina a una chiquilla sin nombre con ojos grises y pestañas de mentira. solo ríete y reiremos, nunca nos cansaremos de este universo parado en el mejor capítulo de cualquier cuento extraño. marca nuestra respiración, abandónate al sueño, pide una bacanal. solo existes tú.

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